martes, 1 de noviembre de 2011

capítulos del 58 al 61


Salimos del Castillo, tan agradecidos por todos los cuidos que se nos había dado durate nuestra prolongada estadía en el Castillo. Aun que para mi todas las atenciones las pagamos con el entretenimiento que al parecer le causamos a los duques. Ibamos ya avanzados en el camino cuando a la orilla de él vimos como a doce hombres sentado en los secos pastos que mientras andabamos me dedicaba a mover lentamente. Junto a ellos habían unos mantos blancos, y para no perder la costumbre don Quijote se interesó en ellos y pasó a preguntar de que se trataba aquellos mantos. Los obreros muy amablemente le mostraron lo que había debajo de cada una de ellas, era pinturas, pero no cualquier pintura ,eran nada más y nada menos que pinturas de caballeros cristianos; y por supuesto don quijote se sabía cada una de sus historias y sus hechos importantes. Habiéndonos despedido de los obreros Sancho aún se encontraba maravillado de la capacidad de memoria de don Quijote; era como si estuviese vivo desde muchas épocas pasadas, mientras íbamos hablando nos adentramos a una densa selva verde, en la cual al parecer crecía una red cristalina. Vimos como de lo lejos se nos acercaban dos pastorcitas, hermosas jóvenes, con largos cabellos rubios como el oro, de cara fina y delicada como la seda y de hermosos ojos azules como el arroyo que corría junto a nosotros. Al parececer inmediatamente nos reconocieron a Sancho el fiel escudero y a don Quijote , el viento claro un servidor muy importante. Nos llevaron al centro de la aldea donde al parecer les iba a dar mucho gusto de tenernos. Así lo hicimos y nos recibieron como de costumbre, con una cena espectacular. Todo iba muy bien, como de costumbre, por lo que decidí dar una vuelta por los alrededores de la aldea. Para mi sorpresa cuando volví oí la palabra “ loco” y en ese instante se estaba desarrollando una pequeña confrontación. Sople fuertemente hasta derrumbar algunos de los que se avecinaban contra mi señor mas otros, los lograron botar, cayeron de rocinante y el rucio don Quijote y sancho respectivamente pero en un instante se lograron subir y huyeron, fue entonces cuando soplé una última vez y los seguí para salir de esa aldea la cual solo problemas nos ocasionó. Partimos de inmediato de aquel lugar y enseguida estábamos enrumbándonos a nuestro camino. Fue entonces cuando nos encontramos un hermoso arroyo donde decidimos pasar a comer por que era menester hacerlo pronto ya que moríamos de hambre. Sacó Sancho de sus alforjas algunos bocadillos y comimos, unos mas que otros; y después Sancho le aconsejó a Don Quijote que durmiésemos, un rato ya que de esta manera sería de mayor provecho nuestro almuerzo. Así lo hicimos y al parecer fue de gran provecho ya que nos despertamos mas tarde de lo esperado. Nos apresuramos y enseguida montamos al rucio y a rocinante. En seguida nos acercamos a una venta y para mi sorpresa esta venta fue la primer venta que mi señor no dijo que era un castillo, es decir al parecer no estaba bajo ningún tipo de encantamento. Había campo en la venta, y variedad en la cena, el problema fue que primero el ventero ofreció toda clase de carne para la cena pero cuando se le pedía por una en especial, curiosamente ya no había. Así que terminamos comiendo las sobras de la venta. Mientras la preparaban, estaba don Quijote en el aposento, cuando oyó unas voces que venían del aposento vecino y estas conversaban y decían “leamos un capítulo más del Quijote de la Mancha mientras la cena está” a lo que otro respondió “ por que leerlo si ya no se interesa en Dulcinea del Toboso. A lo que don quijote extremadamente fúrico respondió. Que el siempre estaría enamorado de Dulcinea y nunca eso iba a cambiar. Los señores se quedaron sorprendidos por la respuesta cuando preguntaron que quien respondió eso y Sancho les dijo que había sido el único y maravilloso don Quijote quedaron pasmados. Salieron a reunirse con el atónitos de ver al señor don Quijote en persona, al parecer había un escritor que contaba nuestras aventuras nuestras historias, pero las contaba mal como es posible omitir detalles de esta historia pierde todo su sentido. En fin don quijote corrigió a los señores, y los instó a leer la verdadera historia. Comimos la tan esperada cena, y le pagamos al ventero para estar listos para salir.Salimos de aquella venta y ya casi era como la media tarde, cuando decidimos detenernos a descansar. Le solicitó Don Quijote a Sancho que se diese los mil azotes que decía darse para desencantar a Dulcinea, más Sancho no lo permitió y dijo que el los recibiría de buena gana cuando el quisiese, lo cual a mi parecer sería nunca, por quién quisiese recibir azotes solo por que le plazca. Se alejó Sancho a unos árboles y sintió que alguien le tocaba los hombros, llamó don Quijote y al mirar para arriba vieron a algunos bandoleros colgando. Esto quería decir que nos acercábamos a Barcelona. En eso nos rodeamos de unos bandoleros le quitaron las pertenencias a Sancho y a don Quijote lo encontraron desarmado. Apareció el jefe de estos bandoleros que se les llama escuderos, y al darse cuenta que se trataba del sin igual caballero don Quijote de La Mancha, pidió que le fuesen devueltas todas sus cosas. En eso se apareció una joven hermosa, doña Claudia. Esta señora contó como necesitaba desesperadamente que la ayudasen a cruzar a Francia, ya que acababa de matar por celos a su esposo, debido a que creyó que el se casaría con otra Señora y no con ella y al parecer esto no era cierto pero doña Claudia lo desconocía; por lo que le disparó y al irlo a confrontar y conocer la verdad le pesó el corazón y poco después el joven murió. Por lo que ella necesitaba ayuda para cruzar a Francia. Mandó Roque, el líder de aquel bando, que ayudasen a Doña Claudia a cruzar, y después de esto vio don Quijote como realizaban un pequeño asalto a una señora que por ahí pasaba con su carruaje, Roque al parecer se hacía respetar por su grupo. Después de esto hizo que una carta fuese escrita para un amigo suyo y que en ella le contasen el placer de haber conocido a don Quijote y a su fiel escudero Sancho Panza. Pasamos tres días con don Roque al cual don Quijote vivía admirado de su forma de vida. Íbamos ya entrando a Barcelona puesto que a la playa fuimos a dar, lugar que nunca antes los tres, amo y escuderos habíamos visto juntos. Me tomé la libertad de correr por la playa, cosa que en muchos, muchos días atrás no había hecho que bien se siente el agua del mar, al parecer mi señor disfrutaba de esa brisa salada con un leve susurro al oído por lo que no dude en complacerle. Pasamos esta zona y entramos cerca de donde recibirían a don Quijote, había en el lugar gran cantidad de personas y se oía a lo lejos unos que decían “¡Bienvenido señor don Quijote único de los cuentos de Cide Hamete !” Complacidos de llegar ahí estábamos por el tumulto de gente a Sancho y a Don Quijote del Rucio y Rocinante botaron. Luego entramos a una gran casa, bella, que sería ahí donde nos hospedaríamos .

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