Caminando íbamos desde hace muchos días atrá s, me encontraba cansado y casi sin fuerzas de seguir, cuando apreciamos a la distancia unas chozas, que por su aspecto debían ser de ganaderos, pero para nuestra sorpresa en ellas habitaban unos cabreros. Fuimos invitados a pasar la noche, muy amablemente de parte de los cabreros. Su cena compartieron con mi señor don Quijote y su torpe escudero Sancho; bueno la verdad no es torpe sino falta de educación y conocimiento, de pronto apareció un amigo de los cabreros el cual comenzó a recitar unas frases de romance. Luego de escuchar al talentoso cabrero, apreciaron la oreja de don Quijote y con un extraño brevaje que prepararon lo untaron en su oreja para ayudar a sanar. Luego de esto al estar muy cansados nos pusimos a dormir, cosa que yo realmente necesitaba. A la mañana siguiente muy de mañana llegó un cabrero muy apresurado que anunciaba la muerte de un cabrero muy querido llamado Grisóstomo había muerto por la causas de sus amores y desamores con una tal Marcela la cual parecía ser de muy buen parecer. Don Alonso muy atento a la historia, se interesó y atentamente escuchaba las supuestas razones del fallecimiento de dicho cabrero. Al saber que al día siguiente sería el entierro don Quijote no se esperó más y con muchas ancias esperaba que le fuese permitido ir al entierro; por lo que don Quijote y Sancho se quedaron una noche más; aunque Sancho no tenía muchas ganas de
quedarse ni de ir por que los entierros no eran cosas de su interés y menos si se trataba de alguien desconocido. Por mi parte yo sería un fiel escudero y acompañaría a don Quijote. Mientras iban de camino hacia el lugar del entierro que había sido solicitado por el mismo Grisóstomo que lo enterraran ahí por que fue el lugar donde vió por primera vez a su amada, don Quijote iba hablando ciertas tonterías y luego al unírseles unos cabreros que venían a ver el entierro de dicho señor, comprendieron según la habladurías de don Quijote que estaba loco de remate y tenía gran afición por ser caballero. Después de un tiempo uno se acostumbra a oír las locuras que dice este singular hidalgo que en su perdida cabeza dice ser un caballero. Llegamos al lugar donde enterrarían a Grisóstomo y su cuerpo ya yacía ahí con unos papeles que iban a ser enterrados con él, mientras hacían el hueco para enterrar al famoso cabrero, obserbaba don Quijote unos papeles y le pareció que uno de ellos era una canción que narraba su amor o desamor con Marcela, así que le pidió al cabrero que recito la noche anterior que recitara este poema en honor de Grisóstomo, y así lo hizo. Luego llegó Marcela la supuesta causante de esta muerte, si era una joven muy hermosa, y explicó por que ella no tenía la culpa de que este cabrero hubiera muerto, en su defensa don Quijote acudió y dijo que sin importar si esta dama hubiese sido culpable de la muerte o no de Grisóstomo, se le fuera perdonada. Luego enterraron al cabrero y don Quijote se despidió de los demás cabreros y agradeció por su hospitalidad, luego él, Sancho, Rocinante, la mula y yo seguimos nuestro camino don Quijote intentó seguir a Marcela pero luego de un rato la perdimos de vista. Encontramos unos campos para comer y beber agua, así como para que Rocinante y la mula comieran un fresco pasto. Estabamos ahí descansando , tomando aliento cuando a nuestro singular Rocinante se le ocurió acercarse a unas yeguas que se encontraban muy cerca de ahí Rocinante al tratar de cortejear, las yeguas lo trataron de auyentar, sus cuidadores al ver esto, ¡Cogieron unos palos y le dieron al pobre Rocinante! Que cayó de un solo al suelo, don Quijote salió en defensa de su caballo y se enfrentó con Sancho y con Quijote con más de veinte cuidadores , mientras yo cuidaba del enamorado Rocinante que recibió "palo" literalmete por culpa de las yeguas. Pero luego no tuve que cuidar de uno sino de tres por que también habían derrotado a Sancho y Don Quijote. Don Quijote se disculpó con Sancho y le dijo que esto había sido su culpa por enfrentarse contra gente que no eran caballeros. A como pudieron se levantaron y trataron de despertar al pobre Rocinante. Salimos y los traté de llevar al camino más seguro enrumbándonos íbamos cuando de repente vimos una venta en la cual podríamos pasar la noche. Pero nuestro don Quijote juraba que aquella venta era un castillo, conociéndolo quien sabe que aventura viviremos ahora...

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