jueves, 8 de septiembre de 2011
Capítulos del 46 al 48
Volviéndome ese mismo día a donde mi señor, en la noche pude ver como sus no lograban perseguir el sueño, y no dormía don Quijote. Por lo que supiese era que pensara en su señora Dulcinea, o quizá en el canto de la joven Altizidora. En la mañana siguiente muy de mañana se levantó don Quijote y se encontró con los duques y la señorita Altizidora, y una moza también en la habitación; cuando él entró Altizidora se desmayó cayendo en los brazos de la moza, don Quijote hizo solicitud de un laúd, ¿para que querría mi señor un instrumento de cuerdas? En fin así lo hizo y vi la cara de malicia en los duques, pero pasaron las tempranas horas de la tarde y de la noche y nada anormal había sucedido estando en nuestro aposento estaba el laúd y ya casi quedándome dormido oí una canción de romance que recitaba don Quijote a la hermosa Dulcinea, y esa suave melodía me hizo caer en un sueño profundo. De repente un sueño me consumió y en él podía oír un escándalo que hacía todo muy real, luego en el sueño unos gatos aparecieron y en medio de una riña estaban pues oía sus quejidos y maullidos cada vez más fuertes, fue entonces un grito de dolor el que me sacó del confuso sueño y este grito provenía de don Quijote. Al abrir los ojos me asombré que no todo era un sueño en realidad había gatos en la habitación y con toda razón don Quijote gritaba pues claro tenía un gato colgando de su cara, don Quijote decía que eran encantadores, hechiceros pero fue en ese momento cuando comprendí que esta era la broma, la burla de los duques hacia él. En eso entraron los duques y apartándole el gato de la cara a Don Quijote llamaron a Altizidora, para que le curara la carra arañada de mi señor. El cual tuvo que guardar cama por cinco largos días mientras tanto me dedicaba a vigilar los actos que llevaba a cabo Sancho Panza en su anhelada ínsula…Pues en mi vista a Sancho llegué un día y lo encontré en su nueva casa sentado en la cabecera de una elegante mesa, llena de cuantos platos deliciosos se pudiera uno imaginar, se encontraban varias personas en aquel salón y uno muy cerca de Sancho. Poco a poco le presentaron los platos uno por uno a Sancho, pero cuando Sancho extendía la mano para tomar algo de aquel plato suculento, el joven que estaba a su lado, el cual era médico de profesión, sonaba un bastón e inmediatamente quitaban el plato. Sucedió lo mismo unas dos o tres veces, y fue entonces cuando Sancho le preguntó al bastonero que cual era la razón por la cual le eran arrebatados los platos de sus manos. La explicación del médico fue de carácter exagerada, pero verdadera. Lo que el médico hacía era analizar cada comida que iría a comer Sancho si no era adecuada para él, debían de retirarla. Si Sancho quería algo de la mesa, no lo podía comer por que el médico decía que por un motivo u otro no podía. Fue entonces cuando Sancho se molestó con el médico y le ordenó que le dejase comer algo de lo presente en aquella mesa, que sino él le mataría pero sería de hambre; le solicitó que saliese del salón cuando en eso llegó una carta del duque. Sancho ordenó que desalojaran la sala para que le pudiesen leer la carta a solas. La carta de parte del duque le informaba que algunos enemigos en común tenían planeado realizar ataques contra sus tierras también mencionó que existía la posibilidad de que personas ajenas a él le quisieren matar. Pues por lo que de ahora en adelante Sancho estaría muy atento. Se le presento en eso un labrador, el cual exigió hablar con Sancho, él pidió que lo pasaren y así lo hicieron, el labrador le contó parte de su vida, y que deseaba casar a su hijo bachiller, con una joven muy hermosa, por lo que le pedía a Sancho que le redactase un carta solicitando la mano de la joven y un regalo de seiscientos ducados. A esta petición Sancho se molestó y echó al labrador y demando Sancho algo de comer. Mientras Sancho resolvía sus quehaceres fui a ver como seguí mi arañado señor. Fue una noche cuando sucedió algo inusual, una dueña de los duques se acercó a la habitación de don Quijote diciendo que ocupaba comentarle algo urgente y ver si este amable caballero la podría ayudar; pero de tal forma fue el susto que tuvo al ver a mi señor, que su vela se cayó y tuvo que devolverse a encenderla bien. Mientras tanto mi señor pensaba si esta dueña no sería un encantamento de los encantadores enemigos suyos. Volvió la dueña con la vela encendida, y le contó a don Quijote la historia de su hermosa hija la cual había casado con un buen labrador, pero que este no había cumplido la promesa de casarse con ella, fue entonces cuando pensé que quizá la historia se relacionara con el labrador de Sancho. Por lo que la señor dueña quería que don Quijote tomara presencia en el asunto. En eso la dueña le contó a don Quijote acerca de la salud de la duquesa, cuando en ese momento alguien interrumpió en la habitación, la vela de la dueña se apagó y le chilillaron tanto a ella como a mi señor si saber por que motivo había sucedido semejante barbaridad.
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Este diario conserva, como siempre, el encanto del detalle, de la observación, de la serenidad y la belleza de quien escribe con empeño y emoción. Te felicito.
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