domingo, 10 de abril de 2011
Capítulo 31 - 33
Entramos pues en aquel majestuoso palacio, bien sé que el duque se adelantó un poco para indicarle a todos los que a él le servían en el palacio como debían tratar a don Quijote , que creía que era un caballero como el de los tiempos pasados. Entendiole bien el personal puesto que el recibimiento de don Quijote y sus fieles escuderos fue de gran calidad, y así fue como les atendieron adentro, nos abrían puertas a salones con gran elegancia, nos servían de vestiduras limpias y de las más finas que yo hubiese visto. Sancho fue a pedirle a una señora de las que en ese palacio atendían que se ella le pudiese hacer el favor de traerle el rucio que a las puertas de aquel castillo se encontraba , la señora no le quiso hacer el favor de muy buena gana y finalmente no se lo quiso hacer por lo que Sancho y dicha señora empezaron un pleito, el cual la duquesa escuchó y a ese enfrentamiento fue a intervenir. Finalmente le ordenó que fuese a traer el Rucio y lo acomodara en los establos y le diere la más fina atención. Un momento más tarde don Quijote le solicitó a Sancho ayuda para vestirse y después de haber hecho esto fueron llamados a sentarse a la mesa, una mesa larga con la cantidad de comida variada que se merecen unos duques de carácter amable y generoso. En la mesa se sentó un señor el cual deduje por su comportamiento y vestimenta que era un sacerdote eclesiástico. Sancho contó una historia de esas suyas que no vienen a lugar a pesar de que don Quijote ya le había mencionado de que se comportara a la altura y dejara de incurrir en comentarios que no venían a lugar. Luego la duquesa le preguntó muy interesadamente que si mi señor tenía novedades de la Señora Dulcinea. A lo que don Quijote y Sancho le respondieron de que estaba echizada y no podía entender o apreciar los ofrecimiento de sus victorias ganadas a poderosos guerreros o a los gigantes. Oyendo esto el cura dedujo que este señor era don Quijote , el “ loco” caballero andante, a lo que le dijo a el sacerdote a don Quijote que dichas criaturas no existían y que nada de lo mencionado podía ser real. A lo que don Quijote le respondió que no era como el decía que había tales criaturas a las cuales nosotros habíamos vencido y que si su palabra no fuese suficiente le preguntara a Sancho Panza, el cual defendió muy bien las palabras de don Quijote. Luego el rey recordó que Sancho se le tenía prometida una ínsula y por lo tanto el duque decidió darle una tierra que el tenía dispuesta para gobernar. Sancho le besó los pies al duque tal como don Quijote le había dicho. Luego entraron unas doncellas y le lavaron las barbad a Don Quijote y el duque solicitó posteriormente que se las lavasen a él también. Sancho solicitó el mismo servicio el cual le fue dado afuera de tan lujoso salón. Unos minutos más tarde don Quijote le contaba a sus señorías como era Dulcinea , para la cual no había palabras con las que se pudiera describir sus exuberante belleza. La duquesa estaba encantada con la presencia de Sancho, el cual estaba indignado por el trato que le habían dado los que las barbas le lavaban. Después de acabar la cena la duquesa le pidió a Sancho que la honrara con su compañía mientras que don Quijote se fue a dormir. Fue entonces Sancho a hablar con la Duquesa y ella inició su plática preguntándole como fue que se le ocurrió engañar a don Quijote de esa forma con Dulcinea. Sancho le dio las explicaciones necesarias a la Duquesa y le comentó que todo era por el bien de don Quijote. Me di cuenta por la expresión en la cara de la duquesa de que conocía que don Quijote estaba loco y que por consecuente Sancho debía estarlo también y que por consiguiente no estaría en sus cabales para gobernar una ínsula, a lo que Sancho la corrigió y le dijo que él si estaba preparado, y que haría lo mejor para llevar bien el gobierno de la ínsula. Mientras Sancho hablaba la señora dueña, con la cual había tenido el problema de Rucio más temprano ese día, lo interrumpía constantemente. La duquesa le preguntó a Sancho de Rucio y por que lo estimaba tanto. Después de haber Sancho terminado de contar la historia de rucio, terminaron de comentar el tema anterio Dulcinea. Después de bien discutido dichos razonamientos, la duquesa le ordenó a Sancho que se retirara a dormir, lo cual Sancho hizo de buena gana. Más tarde la duquesa le comentaba su plática con Sancho al duque y le propuso que debían planear realizar una broma para mi señor don Quijote. Si esta broma es de muy mal gusto me esforzaré y haré lo posible para que no rían ni deshonren el nombre de mi estimado señor Don Quijote.
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